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lunes, 7 de junio de 2010

RELATO "BIBLICO" DE LA CRISIS ECONÓMICA: DEL GÉNESIS... ¿AL APOCALIPSIS?.


A modo de introducción:
Intentaré hacer un relato corto de la crisis actual que nos agobia, aunque advierto que este relato corto debe encuadrarse en el relato largo del occidente cristiano para su mejor comprensión. En esta línea de trabajo, propongo utilizar dos conceptos nuevos; el capitalismo judeo-cristiano occidental y el capitalismo islámico oriental. El capitalismo judeo-cristiano occidental se incubó en la Europa de los siglos XIV a XVI conviviendo con el viejo régimen aristocrático-feudal y el poder de la espada y la cruz, afloró en los siglos XVII y XVIII derrotando al viejo régimen, creció al amparo de los modernos Estados europeos en los siglos XIX y XX, y maduró y se independizó de los Estados a finales del siglo XX y principios del XXI en los Estados Unidos de América, de donde volvió a Europa y al resto del mundo con ánimo de dominarlos. En este proceso de evolución, el capitalismo judeo-cristiano occidental primero convivió con la religión y la espada en el poder, después expulsó a la religión del poder con ayuda de la razón para entregárselo al Estado, y finalmente le ha quitado el poder al Estado para quedárselo él mismo y entregárselo a sus Finanzas (judeo-cristianas). Por contra el capitalismo islámico oriental se incubó en la primera mitad del siglo XX al calor de los petrodólares, afloró en la segunda mitad del mismo siglo de la mano de los procesos de descolonización, y está madurando aceleradamente subido a la grupa de la globalización y de los conflictos étnicos, sociales y religiosos de principios del siglo XXI. Todo sucede más rápido en el capitalismo islámico. Os sugiero informaros y prestar atención al capitalismo islámico oriental y a sus Finanzas. Este capitalismo tiene ahora a la religión en el poder, al poder en el Estado (Estados islámicos), y todavía al Estado dominando las Finanzas. Esa es la principal diferencia con el capitalismo occidental. Esta visión nos permite comprender que hoy no asistimos a una guerra de religiones y civilizaciones como intentan hacernos creer algunos, sino a una guerra de intereses comerciales y modelos económicos, en este caso del capitalismo…. como casi siempre en la historia de la humanidad.

MANTRA:
UNA MONEDA GLOBAL, UN BANCO CENTRAL GLOBAL, UN GOBIERNO ECONÓMICO GLOBAL.



GENESIS.

En el principio de todo estuvo la transformación de las sociedades del capitalismo judeo-cristiano occidental en “sociedades a crédito”. Al inicio del último cuarto del siglo XX en el sistema estaban puestas las bases para el dominio de las Finanzas sobre la Política, para que el consumo de los ciudadanos y la producción de las empresas dependieran del crédito, y para que las Finanzas y el comercio internacional se globalizaran, y por tanto también se globalizara el crédito. Entonces surgieron en las “sociedades a crédito” del capitalismo occidental los especuladores y comerciantes con las deudas y el riesgo nacidos del crédito, aprovechándose de la debilidad de los Estados. Los financieros y las empresas prestaban dinero a sus clientes y generaban deuda en forma de títulos que la Finanzas podían convertir fácilmente en productos financieros especulativos (derivados y estructurados tipo CDOs - Collaterized Debt Obligations-). Ello les permitía hacer negocio con el riesgo vendiéndolo a terceros por todo el mundo. Cuanto más se endeudaban los clientes y ciudadanos, más especulación y más ganancia para financieros y empresas. Aquello era una fiesta en la que todos ganaban, pero especialmente ganaban las Finanzas y los financieros del capitalismo occidental. Para aumentar el volumen del negocio de la deuda, las Finanzas generalizaron el uso del apalancamiento en las transacciones con productos financieros (compra y venta de productos utilizando crédito: pones 5 y compras o vendes por valor de 100 para ganar a razón de 100 y no a razón de 5).
En el segundo día los financieros descubrieron que el riesgo de las deudas, cuyo impago podía amenazar gravemente su solvencia, parecía evaporarse si unos financieros y empresas aseguraban las deudas de otros financieros y empresas mediante productos derivados sofisticados que cubrían los riesgos de insolvencia (derivados tipo SWAP) y que permitían traspasar el riesgo de insolvencia al conjunto de las Finanzas capitalistas, es decir, al sistema, y por tanto a todos y nadie a la vez. Además se podía ganar dinero especulando cada día con esos productos. Aquello ya era magia. ¡La magia de “los mercados”, que decía Allan Greenspan!.
Así que todos se aplicaron a generar más y más deuda, que era el combustible necesario para generar más y más productos financieros derivados. Los banqueros y los empresarios se aseguraron entre sí las deudas y siguieron engordando la especulación y las ganancias con productos financieros SWAP especiales, tipo CDS - Credit Default Swaps -. Aquello era un festín de ganancias especulando y comerciando con el riesgo en “los mercados”, aunque sólo al alcance de los banqueros, de las grandes empresas y de los grandes inversores.
Todas las empresas, no sólo las financieras, comenzaron a trabajar con la misma regla: “las deudas que generamos hoy son la fuente inagotable de los ingresos especulativos que obtendremos mañana con los productos derivados” - se dijeron . Y así sucedía. El binomio deuda-especulación funcionaba sin descanso en “los mercados”.
Pero la especulación siempre agota el combustible codicioso que la enciende, y aquello se acabó cuando se acabó la liquidez y la confianza. Un banco importante (Lheman Brothers) afloró lo que otros financieros venían susurrando: ya no tengo liquidez suficiente para especular más, y por supuesto no tengo confianza en que los otros hagan frente a posibles impagos de las deudas que garantizan con sus CDS porque yo tampoco puedo hacer frente a mis obligaciones. Entonces el motor deuda-especulación se paralizó. Un banco grande y occidental se mostraba insolvente, y las deudas garantizadas con productos derivados provocaban insolvencias en cadena. El “sistema” del capitalismo occidental se hundía. Nadie se responsabilizaba de pagar las deudas, porque nadie tenía suficiente dinero para pagar la cadena de deudas entrelazadas y reaseguradas con CDS.
En el tercer día los gobernantes del mundo se reunieron en el G-20 y acordaron acudir a sanear la insolvencia de las Finanzas con planes de rescate. Hablaron de la necesidad de “refundar el sistema”. Garantizaron los depósitos bancarios de los ciudadanos y añadieron dinero líquido del Estado a las entidades financieras (planes de rescate por importe de 30 billones de dólares). A cambio se quedaron con las deudas y las insolvencias. Las deudas no desaparecieron. Sólo cambiaron de sitio y de titulares: utilizando la recesión económica como vehículo de transporte, las deudas pasaron de los balances de los bancos y aseguradoras a los balances de los Gobiernos (presupuestos públicos). Los balances de los bancos ennegrecieron (solvencia) y los de los Gobiernos enrojecieron (déficit presupuestario). Los Gobiernos occidentales eran los paganos tontos: se quedaban con las deudas de la fiesta de los financieros. Cuando pasó esto, las autoridades monetarias se callaron como muertos. Era genial que el dinero público de todos los ciudadanos salvara a los financieros y a “los mercados” del capitalismo occidental, y que al mismo tiempo las Finanzas siguieran en manos privadas. ¡Ni los mismos provocadores del desastre habían imaginado una solución tan provechosa para sus intereses!.
En el cuarto día los gobernantes descubrieron que los banqueros no dedicaban el dinero que estaban recibiendo del Estado a mantener el funcionamiento de la economía real, sino a sanear sus balances, a cubrir los impagos entre ellos, a recuperar “los mercados” de activos financieros derivados (CDOs, CDS, etc.) y a repartirse suculentas primas salariales. Así que el “sistema” ya no se hundía, pero la economía se paralizaba. Entonces los gobernantes volvieron a reunirse y decidieron poner más dinero del Estado para mantener la economía en funcionamiento y acordaron planes de estímulo (10 billones de dólares), de modo que sus balances presupuestarios enrojecieron aún más.
En el quinto día los gobernantes fueron llamados al orden por “los mercados” a causa del riesgo de insolvencia de sus Estados (déficits públicos excesivos). Habíamos pasado de la insolvencia de las Finanzas a la insolvencia de los Estados. La llamada al orden la hacían los mismos economistas, expertos financieros y autoridades monetarias que se quedaron mudos cuando los financieros se declararon insolventes y eran rescatados por los Estados. Este hecho muestra la podredumbre del capitalismo judeo-cristiano occidental y su funcionamiento asimétrico: la tolerancia con la insolvencia de bancos y aseguradoras se tornaba intolerancia con la insolvencia de los Estados. “Los mercados” que no se escandalizaron cuando se llenó de dinero público las cajas vacías de los financieros, exigían ahora a los Estados que equilibraran sus gastos públicos con sus ingresos reduciendo el déficit, saneando sus cajas y metiéndole mano a la cartera de los ciudadanos. Al frente de esta tropa se situaron las autoridades monetarias y el FMI, que decían a los gobernantes que cuanto menos déficit tuviera el Estado, mayor competitividad y mejor situado estaría el país para salir de la crisis.
En el sexto día las calles de las ciudades de occidente se llenaron de parados, que se volvían hacia los gobernantes y les imploraban la cobertura de sus necesidades básicas, para que les dieran el mismo trato que antes habían dado a los balances de los financieros. Algunos gobernantes, los de mayor sensibilidad social, atendieron estas peticiones y elaboraron planes sociales de ayuda, aunque ello deterioraba aún más las cuentas públicas del Estado. La mayoría, en cambio, confiaba que el crecimiento económico y el empleo se recuperarían por sí mismos a partir del saneamiento de las Finanzas, de la reducción de los déficits públicos y de la llegada de nuevo del crédito a la economía real. Pero las cosas no sucedieron así. Los gobernantes del G-20 hicieron que hacían sin hacer nada, las instituciones financieras internacionales (FMI y Bancos Centrales) volvieron a las viejas recetas del monetarismo liberal, y las Finanzas del capitalismo occidental volvieron a la codicia, a sus “activos tóxicos”, y a las apuestas con derivados, especulando en “los mercados” incluso contra la solvencia de los Estados y sus divisas.
En el séptimo día los gobernantes del mundo democrático comprobaron que los ciudadanos que vivían bajo el régimen del capitalismo occidental no estaban poseídos por el valor, la inteligencia y la acción, sino por el miedo, la resignación y el estado de shock. No se enfrentaban a ciudadanos-tigre que vivieran en condiciones límite, sino a ciudadanos-cordero que vivían acomodadamente “a crédito”, aunque con algunas estrecheces. Ello les permitía descartar el riesgo de una revuelta popular o de una rebelión. Así que abandonaron pronto la idea de refundar el sistema y de los planes sociales de ayuda, y en su lugar aplicaron severos planes de austeridad al dictado de lo que establecieron las Finanzas del capitalismo occidental: redujeron el número de empleados del Estado, suprimieron servicios públicos, recortaron prestaciones sociales, derechos laborales y salarios, subieron impuestos a los ciudadanos y devolvieron las cuentas del Estado al color negro. Finalmente la deuda de las Finanzas del capitalismo judeo-cristiano fue pagada por los ciudadanos mediante peores servicios públicos, menos prestaciones sociales y más impuestos. Los gobernantes aplicaron con mano de hierro políticas de empobrecimiento colectivo, pues los financieros consideraban que cuanto más numerosa fuera la masa de ciudadanos “empobrecidos”, más se alimentaba para el futuro la bomba del “consumo a crédito” y por tanto del crecimiento económico y la salida de la crisis “a crédito”. El empobrecimiento social que en otro tiempo se conseguía mediante la guerra, ahora se alcanzaba utilizando políticas de austeridad. ¡Algo había avanzado el occidente judeo- cristiano, sustituyendo la destrucción de la guerra por el empobrecimiento de la austeridad!.


Paréntesis:
Hasta aquí “GÉNESIS”. Un relato de lo que hemos vivido y aún estamos viviendo en los países del capitalismo occidental que espero te ayude a comprender lo que nos pasa. Ahora jugaremos con la intuición para proyectar el futuro. Se puede cumplir o no, pero es atractivo pensar y crear nuevas realidades virtuales. Te invito a activar tu propia intuición. Pensar y reflexionar críticamente no cuesta dinero. Por supuesto no podemos adivinar el futuro, pero cuando el jugador golpea la pelota y el balón ya está en el aire, el portero puede intuir la trayectoria. Nosotros intentaremos intuir la trayectoria del capitalismo occidental. Y a los amigos de POLITICA DIRECTA, que se asoman a este foro les indico que el cuarto día de este “¿Apocalipsis?” virtual contiene una posible hoja de ruta para trabajar la POLITICA DIRECTA del futuro.




¿APOCALIPSIS?

Al principio de todo estuvo el trabajo precario y la mala distribución de la riqueza del capitalismo occidental que nos ocasionó la austeridad de los Estados, la especulación financiera con el riesgo y el dominio absoluto de las Finanzas sobre la economía y el Estado. El Estado del bienestar se transformó en el Estado del malestar. Los Estados no hacían lo que los Gobernantes habían comprometido con sus ciudadanos en las elecciones democráticas, sino lo que les dejaban hacer las Finanzas del capitalismo occidental. Parecía que la crisis había vuelto al mismo punto de donde había partido. Las Finanzas llevaron hasta el límite la capacidad de endeudamiento de las “sociedades a crédito” del capitalismo judeo-cristiano occidental, y convirtieron a cada ciudadano en el centro de su negocio. Montadas de nuevo en el carro de la codicia, las Finanzas del capitalismo occidental construyeron sociedades donde la mayoría de los ciudadanos ya endeudaban a sus hijos desde el nacimiento. Los niños crecían con sus padres endeudados con las Finanzas, y cuando alcanzaban la mayoría de edad, los hijos heredaban las deudas de sus padres y adquirían las suyas propias. Durante un tiempo aquello pareció funcionar. Aunque la mayoría de los ciudadanos dedicaban la mayor parte de sus ingresos a pagar la codicia de las Finanzas, una minoría de privilegiados había aprendido a vivir de las Finanzas. Eran los antiguos aristócratas rentistas de la tierra durante el régimen aristocrático-feudal reconvertidos ahora en rentistas de las Finanzas durante el régimen capitalista occidental.

Al segundo día los ciudadanos empezaron a tomar conciencia de que las Finanzas y sus Gobiernos les habían empobrecido de manera importante, pero sobre todo les habían esclavizado, y que el modelo económico les había agrupado en capas sociales de las que era muy difícil escapar. Una parte carecían de empleo, y tampoco tenían servicios sociales que los protegieran. Estaban dispuestos a trabajar duro por un salario de supervivencia, pero ni siquiera había en qué trabajar. Eran la “escoria social”, situada fuera del sistema, y cada día esa escoria aumentaba de tamaño. Otra parte tenían empleos dentro del sistema, aunque en realidad trabajaban para las Finanzas pues malvivían a crédito, y pagaban más (crédito e intereses) por todo lo que consumían. Eran los “esclavos del crédito” y la base del reinado de las Finanzas. Una minoría había conseguido acumular un patrimonio especulativo en las Finanzas y podían vivir de las rentas generadas por su patrimonio financiero, aunque se cubrían por si acaso con un empleo en el sistema. Eran los “guardianes del sistema”. Finalmente una minoría privilegiada vivía sólo de las Finanzas y “los mercados”. Estos eran los más interesados en mantener a las Finanzas gobernándolo todo. Eran los “sacerdotes del sistema”. Las diferencias de riqueza y nivel de vida entre las distintas capas sociales crecían cada vez más, y con ellas crecía la codicia, la envidia y el odio. La codicia, la envidia y el odio trajeron la violencia y la xenofobia, y la violencia trajo el autoritarismo a la política. Las sociedades occidentales se desintegraban y parecían regresar a la barbarie.

Al tercer día los Gobernantes democráticos occidentales y algunos financieros “sacerdotes del sistema” empezaron a tomar conciencia de que los expertos en economía no tenían ideas innovadoras, que la lucha con las Finanzas islámicas por dominar la globalización era estéril, y que la rebelión social sería inevitable si no se cambiaba en profundidad el sistema. Las Finanzas eran el problema, y las Finanzas podían ser la solución. Puesto que las Finanzas estaban globalizadas, fueron comprendiendo que cada país no podía salvarse de forma aislada, de modo que la cooperación global parecía la única salida razonable. No obstante había malos precedentes para la cooperación internacional, como cuando fracasaron en el establecimiento de una política global de lucha contra el cambio climático cuyos desastrosos efectos eran ahora muy evidentes, o cuando no consiguieron acordar un comercio global y libre pero justo a pesar de los muchos años gastados en el intento. La ONU seguía siendo un foro poco útil, y los ciudadanos no esperaban que los gobernantes mundiales fueran a ponerse de acuerdo en materia económica, a pesar de que la situación amenazaba con traer la ruina y el caos a la sociedad mundial. Las Finanzas islámicas ya habían madurado y completado su proceso de globalización pero estaban tan contaminadas como las judeo-cristianas a causa de la guerra de trampas que habían librado para dominar la una sobre la otra. Además otros Gobernantes no democráticos y otros “sacerdotes del sistema” se negaban a facilitar el cambio de modelo económico. Como la clase dominante del viejo régimen aristocrático-feudal de occidente, consideraban que sus privilegios eran derechos divinos emanados del dios de las Finanzas, al que ni se podía ni se debía irritar. Este tercer día fue largo, violento y amargo, y durante él las Finanzas judeo-cristianas y las Finanzas islámicas libraron sus batallas más sangrientas, casi hasta agotar a sus pueblos y agotarse ellas mismas.

Al cuarto día, nuevos líderes globales tanto de oriente como de occidente, acuciados por la presión social de sus pueblos, se reunieron y tomaron algunas decisiones valientes que habían retrasado demasiado tiempo. Las decisiones eran complejas y difíciles, porque afectaban al núcleo del sistema económico vigente y redistribuían los centros de poder, pero la alternativa era el desastre y la ruina de todos. Acordaron un nuevo paradigma económico global que daba origen a un nuevo contrato social global basado en las siguientes decisiones estratégicas que servirían como hoja de ruta global:
1) Constituir un banco central global que daría respaldo a una moneda global para eliminar la especulación de las divisas, para acabar la guerra competitiva e inútil entre países y Finanzas por imponer el dominio de sus monedas nacionales y sus balanzas de pagos, y para erradicar los paraísos fiscales que se habían instalado como cánceres en el corazón de ambas Finanzas, la judeo-cristiana y la islámica.
2) Regular “los mercados” financieros para asegurar tanto el volumen adecuado de recursos financieros líquidos como la asignación de los mismos a la economía real, establecer un gravamen tributario general sobre las transacciones con activos financieros al modo del existente sobre las transacciones económicas con bienes materiales y servicios, y someter a control y vigilancia de los poderes públicos nacionales la inflación financiera, al igual que ya se hacía con la inflación de precios y salarios.
3) Controlar la calidad de los productos financieros globales que se comercializaban y retirar de “los mercados” aquellos que se habían demostrado “tóxicos” y “mortales” para la creación de riqueza no financiera y el funcionamiento sano de la economía real, como los derivados tipo CDOs, SWAPs etc., prohibiendo su producción y comercialización.
4) Establecer una renta básica universal asignada a toda persona por el simple hecho de ser ciudadano del mundo y con independencia de que estuviera empleado o no. La tecnificación y globalización de las Finanzas hacían extremadamente fácil la aplicación de esta medida estratégica, que acababa con la pobreza extrema y con la injusta distribución de la riqueza entre Estados y personas, aunque obligó a establecer mecanismos de control de natalidad al modo chino. La renta básica era la base del nuevo contrato social, construido sobre la solidaridad internacional, pero al mismo tiempo era el modo de asegurar una demanda agregada básica y mínima (consumo global) necesaria para que la producción mundial de bienes y servicios (oferta global) tuviera salida y el sistema económico no colapsara. Era el consumo-suelo, que mitigaría los efectos destructivos de las crisis futuras.
5) Maximizar la productividad científico-técnica y las capacidades de innovación del sistema (inteligencia artificial + robótica + biotecnología) de modo que los automatismos y los androides desplazarían completamente a las personas en la producción de bienes y servicios basados en rutinas. Ello abarataba el coste de la oferta agregada global, facilitaba la implantación de la renta básica universal, y liberaba al ser humano de la servidumbre del empleo forzoso y obligado para orientarlo al empleo libre y voluntario.
6) Expander los empleos en las áreas del conocimiento, la comunicación, la investigación, la innovación y la formación continua para reforzar la productividad científico-técnica del sistema, así como en las áreas de los servicios directos a las personas y en las industrias del ocio (deportes, turismo, cine, espectáculos, Internet, etc) para incentivar la demanda agregada por encima del consumo-suelo. Al poner la productividad científico-técnica y sus resultados en el centro de la política, los gobernantes descubrieron que “repartir la riqueza repartiendo el trabajo voluntario” era la única manera sensata de crear empleo a nivel mundial y de mejorar el consumo y la producción globales.
7) Incentivar y promover el consumo responsable (por el lado de la demanda) y la producción sostenible (por el lado de la oferta) desarrollando a nivel de los Estados políticas públicas cooperativas, gobernadas por el principio de que los recursos naturales y ambientales son escasos y agotables, por lo que la población mundial también debía de ser limitada. Estas políticas permitieron a las sociedades transitar desde la economía insostenible de crecimiento continuo del PIB que agotaba todos los recursos naturales disponibles a la economía sostenible de mantenimiento y reciclado de bienes y servicios en un marco de consumo responsable.
8) Finalmente los líderes globales acordaron un paquete de servicios universales básicos y no lucrativos que cubrían las necesidades sanitarias, educativas y sociales de los ciudadanos, y cuya disponibilidad estaría garantizada por los Estados nacionales.
Después de estas decisiones, la mayoría de los ciudadanos del mundo percibieron que los nuevos líderes globales se ocupaban realmente de sus problemas de supervivencia, y no de las relaciones de poder entre países a cuyos ciudadanos decían representar, y que habían llevado la economía mundial al borde del colapso.

Al quinto día explotaron las resistencias al cambio. Los privilegiados del viejo sistema económico boicotearon activamente las decisiones tomadas por los nuevos líderes mundiales que suponían una refundación del modelo socio-económico. Estaban agrupados en fuerzas económicas poderosas capaces de desestabilizar Gobiernos y países. Se produjo una lucha encarnizada de valores viejos de comportamiento contra valores nuevos emergentes utilizando mayoritariamente como campo de batalla el conocimiento, el control de la información, y las instituciones del poder político que recuperaba su autonomía. Fueron tiempos negros. No fue una lucha de oriente contra occidente, sino de dominados contra dominantes, de excluidos contra privilegiados. Parecía increíble como algunos cineastas de finales del siglo XX habían visionado en determinadas películas lo que estaba sucediendo, y los ciudadanos analizaban ahora esos documentos con el mismo estupor con que en el siglo XX se habían leído las obras de Julio Verne escritas en el XIX. En esta guerra, bastante incruenta comparada con las del pasado, jugaron un papel estratégico internet y los colectivos organizados en ella. Los científicos, por primera vez en la historia, se vieron obligados a abandonar su imparcialidad y a tomar partido. En el periodo inestable y confuso de tránsito hacia el nuevo modelo económico y social, la alianza estratégica entre jóvenes y personas jubiladas resultó decisiva. No fue una lucha fácil ni corta, ni exenta de violencia. Después de ella, en el interior de la mayoría de ciudadanos había nacido una conciencia global y nuevos valores de comportamiento individual y colectivo.

Al sexto día el cambio se expandió en la sociedad humana y penetró mayoritariamente tanto en las conciencias individuales como en la consciencia colectiva. El catalizador del cambio fue la recuperación de valores positivos que el materialismo había arrinconado en la etapa histórica de dominio del capitalismo liberal y de sometimiento de la política a las Finanzas: la solidaridad, la cooperación, la honradez etc. Cada persona comenzó a comportarse de otra manera y con otros códigos de conducta: el ciudadano en la política, el consumidor en el consumo, el trabajador y el empresario en la producción. El mal y el bien seguían conviviendo y combatiendo, como en los periodos históricos anteriores, pero era evidente que la sociedad y las personas habían subido un peldaño en la evolución de la vida humana en la tierra. Los problemas económicos, sociales y políticos no habían desaparecido, pero ahora se abordaban desde la ciencia y el sentido de la trascendencia, en lugar desde la razón y el sentido de la inmanencia.

Al séptimo día el ciclo histórico de la ciencia se había consolidado y desplazaba definitivamente al ciclo histórico de la razón, que aunque había aportado ventajas desde el siglo XIV de la era cristiana, no había traído a la humanidad la armonía y la felicidad que se esperaba de ella a partir del siglo XVIII. Como antes la razón se había enfrentado a la religión en el camino de la sociedad humana hacia la inmanencia, ahora la ciencia se enfrentaba a la razón en el retorno de la sociedad humana hacia la trascendencia. El viaje de la sociedad hacia la trascendencia, no ya de la mano de la religión sino de la mano de la ciencia, no fue un camino fácil, pero las generaciones hijas de la ciencia que estaban realizando ese tránsito, miraban con estupor la violencia y la irracionalidad del periodo histórico que había vivido la sociedad de los hijos de la razón. ¡Era el mismo estupor, que nosotros, los últimos hijos de la razón, tenemos ahora cuando examinamos el ciclo histórico de las sociedades de los hijos de la religión!.

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